Nadie
sabe con certeza desde donde venían. Solo decían que esos viejos sabuesos
bajaban desde las montañas a reencontrarse con sus antiguos amos y
dueños. Siempre fieles a su eterno cariño y devoción, no era mas que una
palmada en su cabeza y una caricia en su lomo lo que buscaban.
En
el pueblo, con el tiempo, se les comenzó a recibir como visitas honorarias. Eran los
nobles aventureros de cada año. Consigo citaban la frescura de la primavera, y
los soleados días de un nuevo verano.
Al llegar al invierno, volvían a su intemperie. Gustaban del frío, mientras veían la nieve y lluvia caer.
Al llegar al invierno, volvían a su intemperie. Gustaban del frío, mientras veían la nieve y lluvia caer.