Erase una vez la politica de los perros y los ladridos. Habian diferentes concepciones, el que ladraba más fuerte era el que ganaba, o el que ladraba mas elegante, o el que ladraba con muchos, o el con muy pocos los valientes. Tenian a los que ladraban una vez, y si ganaban con eso eran fenomenal. No faltaban los que se cansaban de ladrar, o los que decian que ladrar era inutil con tanto perro hueon ladrando.
En fin, asi llegó un día que todos ladraban, era un tira y afloja de sonidos afonicos, disonantes, tan abruptos y discontinuos, que se decidió callarlos a todos. Si, a todos. Fue tanto el griterío de aquella vez, que el miedo castró y le quitó el ladrido a todos. Los restantes decidieron callar. "Asi era mejor", se escribio en cada muro. No hubo ladridos por decadas. Lo unico aceptable era uno que otra
gemido. Solo Uno aullaba, y todos lo seguian, porque nadie sabia ladrar
de tal forma que entendiera lo que ladraba otro.
Asi un día, la naturaleza de los perros, quisieron volver a ladrar. La historia no por nada ocurre, y se repitió lo que ya se habia repetido muchas veces. Y así pasó, no hubo coexistencia en ladridos que se sostuviese y fuesen callados, ni Un unico ladrido que los calláse para siempre.
Por eso es que los perros aprendieron a leer sus colas, para avisarles a otro cuando querían ladrar, y cuando querían callar. Todo fue mas fácil, mientras no volvieran a sus estupidas competencias de ladridos, que nunca se coordinaban con los sonidos de su entorno.