lunes, 1 de septiembre de 2014

Cuando pierdes, ganas.

No hay que quedarse con las derrotas, nunca hay que quedarse con las derrotas, no al menos sin transformarla. Tomarlas, guardarlas, doblarlas, reciclarlas en el corazón.
Perder es un noble sentimiento: si se gira, se revoluciona, se transforma en un paso, en una completitud que hasta ese momento se desconocia. 
Y con eso se revoluciona el mundo, y las maneras de quererlo y tratarlo. Y así, las traiciones que te trae la vida, los traspié, caídas o zancadas, -en su sabia recepción- no son mas ni menos que los mismos mentores de tu nuevo yo, una alteridad de ti mismo, naciendo en ti mismo, revolucionandote y transformandote, el punto donde, tu enemigo deja de ser tu enemigo, y por fuerza de la ley de tu entendimiento, tu fortaleza ganada, tu re-posicionamiento ante ti mismo, inevitablemente se hace un aliado más: no hay disyuntivas en problemáticas cuando sabes donde estás, quien eres, y que sabes de ti que puedes hacer.  No se trata de revertir lo irreversible, sino de aduelarte de tu posibilidad de-hacer y rehacer ahí. 
Y la vida cambia, da un salto, a lo impensado, a un terreno nuevo y desconocido, que probablemente genere incertidumbre, miedo.
De golpe, por la hazaña de revertir el presente hacia tus manos y tu quehacer, te encuentras en un campo de posibilidades en que te desconocías "yo no sabia que podía hacer esto", es de las frases que hacen ecos en las ideas. "Y para que todo esto?" "Por que todo esto?", te preguntas, como si no tuviera sentido el haber salido del estado anterior. 
Lo vale, ese salto lo vale. Lo cual no es sinónimo de que lo entiendas, de que te adaptes rápido -lo mas probable es que quieras huir pronto de ahí- o asimiles, después de todo es una revolución. 
Lo que pasa después de eso, no tienes porqué entenderlo, ni tampoco saber articularlo, solo eres un bienvenido en un lugar nuevo, y un digno postulante a chocar con las cosas nuevas, tal como caminando en un lugar que no ves, articulandote con/desde sentimientos encontrados que probablemente tampoco entiendas. Y así tendrás felicidad y asombro de lo nuevo, coexistiendo con la melancolía y añoranza de lo que dejas. Tu confusión es la certeza de que ya no estas en el mismo lugar. 
No es fácil. 
Sin embargo, puedes elegir volver, siempre puedes. Quizás no a las personas o lugares o situaciones que dejas, pero si al modus operandi que dejaste. Esa libertad nunca se pierde. Pero, quieres? das un paso al costado de tu propia revolución por no tener la paciencia y apertura para aprender de ella y dirigirla? te deshaces de las fuerzas místicas y extrañas que te ayudaron en ese paso?
Probablemente sea lo uno y lo otro: peleas y te rindes, te rindes y sigues peleando. Mas allá de todo, seguirás siendo tú, tú mismo, y seguirás siendo tu revolución. Pero eso no es un fracaso. Tú, con tus virtudes y errores, diste un paso a la incomodidad de lo desconocido, y solo ese proceso, ya te cambió.