miércoles, 22 de diciembre de 2010

La irracionalidad extrapolada en dos vertientes.

De las calles, de los discursos de mi barrio,

los padres no son quienes duermen en casa

e imponen las leyes,

los padres viven desde las calles hasta las aulas,

no trabajan en sus oficios,

no lo necesitan.

su vida es su oficio,

Mezcolanza de dictadura vital,

¿Quiénes hablan en ellos?

Habla la vida marginal,

habla la enseñanza aprendida,

sea académica, sea brutal,

brutalidad del aislamiento progresivo social.

El padre es la calle, es el grupo de amigos,

en su otra esquina, lo es el de la moral enajenada.

La ley se distribuye en ambos modos,

la familia oscila en torno a ellas.

Vuestros símbolos son superhéroes,

llenos de fantasías vestidas en verdad,

ellos lograron lo que nadie logro

que unomismo

desea lograr:

Ese sueño no es más que la creencia

de la carencia de un presente satisfactorio.

¿Qué hay de Ley aquí sino la que se nos permite acceder?

¿Que hay del marginado que no haya en él

entendimiento de su propia existencia,

en términos que no sea de la brutal

realidad que los regocija y acoge,

en su brutal accionar?

¿Qué mejor Ley para este hijo de la calle?

En su antípoda,

hijo de las esperanza de sus padres,

su Ley es la fantasía,

su discurso es el bien.

Tan falto de realidad como de sufrimiento,

cree entender y juzgar el mundo,

en su amplia soberbia del desconocimiento experiencial.

¿Qué es mas sino solamente el reverso de este hijo de la calle?

La irracionalidad extrapolada en dos vertientes,

la iluminada por el sol y la oculta de su luz.

¿Quien es más sabio que aquel que actúa

sin conocimiento de las causas y las consecuencias,

de su propio hacer?