Al perruno olvidado cambiadizo, ese canino petizo, pequeño y tibio,
sangre helada, ojos marrones y pelaje desteñido al frio y a la lluvia,
al Petizo ese, no mas que un carton olvidado entre las calles en Santiago,
ladron de carnicerias, benevolente de una caricia
y huidizo de manos no propicias.
Al vagabundo ese, no tan diferente a nuestro citado atrás,
un hombre de carne y hueso,
todos los demas se le asemajen a él, salvo en el hogar,
en la mirada confiada, en la sangre quizas sin alcohol,
en las manos un poco con menos de suelo,
comida decente entre caries y caries, y
lo mas seguro con un poco mas calor en el corazón.
A ese niño solitario, hijo campamentista de la ciudad,
familia tiene, incluso mucha, y con sarcasmo muchos hermanos,
tal vez una madre y quizas unos cuantos padres.
Loco de naturaleza, pocos se salvan,
cada uno amenaza es, y se convierte para el otro.
Callejones distorsionados,vivos de vicios,
engendradores de lamentos nunca sabidos,
ahogados en una papel enroscado humeante, unas gotas de licor
y unas bocanada de palabras despreciantes contra cada cual le pese
su triste lamentacion.
Ficcion, esto se llama ficcion. Niño campamentista,
frente a perro-vagabundo en sus calles, o se ríe, o se lamenta.
Si ríe, se rie de si mismo, de ignorarse, de despreciarse
de odiarse. Si lamenta, se lamenta de si.
Viejo vagabundo, hijo de alcohol y cenizas, frente al niño-perro,
su preocupacion ya no es reir, solo mirar, lamentarse a si mismo,
frente al niño-perro lamenta, lamenta ser él y no dejar de serlo,
y serle imposible cambiar su inevitable tormento.
Ese perruno, no piensa, solo ve, no imagina,
no lamenta, no sonrie ni se burla, ni sufre melancolia...
él solo ve, incluso se transparenta,
se vislumbra como un frio
como un alma, el alma de ese viejo vagabundo
sangre helada, ojos marrones y pelaje desteñido al frio y a la lluvia,
al Petizo ese, no mas que un carton olvidado entre las calles en Santiago,
ladron de carnicerias, benevolente de una caricia
y huidizo de manos no propicias.
Al vagabundo ese, no tan diferente a nuestro citado atrás,
un hombre de carne y hueso,
todos los demas se le asemajen a él, salvo en el hogar,
en la mirada confiada, en la sangre quizas sin alcohol,
en las manos un poco con menos de suelo,
comida decente entre caries y caries, y
lo mas seguro con un poco mas calor en el corazón.
A ese niño solitario, hijo campamentista de la ciudad,
familia tiene, incluso mucha, y con sarcasmo muchos hermanos,
tal vez una madre y quizas unos cuantos padres.
Loco de naturaleza, pocos se salvan,
cada uno amenaza es, y se convierte para el otro.
Callejones distorsionados,vivos de vicios,
engendradores de lamentos nunca sabidos,
ahogados en una papel enroscado humeante, unas gotas de licor
y unas bocanada de palabras despreciantes contra cada cual le pese
su triste lamentacion.
Ficcion, esto se llama ficcion. Niño campamentista,
frente a perro-vagabundo en sus calles, o se ríe, o se lamenta.
Si ríe, se rie de si mismo, de ignorarse, de despreciarse
de odiarse. Si lamenta, se lamenta de si.
Viejo vagabundo, hijo de alcohol y cenizas, frente al niño-perro,
su preocupacion ya no es reir, solo mirar, lamentarse a si mismo,
frente al niño-perro lamenta, lamenta ser él y no dejar de serlo,
y serle imposible cambiar su inevitable tormento.
Ese perruno, no piensa, solo ve, no imagina,
no lamenta, no sonrie ni se burla, ni sufre melancolia...
él solo ve, incluso se transparenta,
se vislumbra como un frio
como un alma, el alma de ese viejo vagabundo
y ese abandonado niño...